Entre el meme y la ciencia ficción

Leí “La infancia del mundo” de Michel Nieva. Creo que es un meme de ciento sesenta páginas, un meme inteligente, sarcástico, donde se lee amarga nuestra propia historia. Reconocemos nuestro drama, no solo por los temas que se narran, sino por el modo en que se narran. Capitalismo 2.0, propiedad privada, destrucción de la naturaleza, CEOs todopoderosos delirantes, profundización de diferencias y la naturalización de todo tipo de violencia.

Es netamente político, busca serlo desde un lugar distinto al compromiso revolucionario. Es una crítica al sistema, tal vez sin la arrogancia de quien cree entender cómo son las cosas, o de quien lo entiende tanto que escribe desde el más descarnado pesimismo.

Explora el humor con mucha lucidez, con lucidez de presente. Un tipo de lucidez ácida que ocupa territorios enajenantes. Nos miente poniendo una fecha futura, se camufla de ciencia ficción, de cierta irracionalidad. La infancia del mundo parece una novela poco seria y eso es un logro que, creo, le permite escenificar las temáticas y los modos discursivos donde brota como sustancia central la deshumanización.

Uno de los pocos modos de dar cuenta del presente y de la amenaza que encarna el futuro parece ser reírse, aunque la risa nazca de la bronca, de la impotencia. La novela va inteligente a ponerse en el lugar comunicativo de los juegos virtuales, de la religión, del odio, de la violencia como entretenimiento, la capitalización de cualquier cosa a cualquier precio.

Un texto hilarante, delirante, veloz, ¿cínico? Parece el soliloquio de cierta voz en estado de pánico o demencia, la historia burlona de quienes están quebrados, resacosos. La novela es novela porque tiene ritmo, porque tiene su propio lenguaje, su propio modo de deriva. Toma aire en la sucesión de ciertos pinchazos justos de oralidad ordinaria que vuelven a traer al lector cerquita para que no se olvide del dengue que somos.

Ale Arriaga

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